¿Te encantaría conocer el secreto para dejar de tener estrés? Pero ¿es esto posible?
Circulan artículos por Internet diciendo cosas como: “Trucos para combatir el estrés” o “Formas originales de eliminar el estrés”.
Deseamos dejar de tener estrés y soñamos con vivir una vida plena, tranquila y feliz. Sin agobios, sin días nublados, sin tensión en el cuerpo, sin dolores de cabeza.
Pero ¿dejar de tener estrés es algo tan sencillo como nos cuentan? ¿Realmente se puede dejar de tener estrés de un día para otro?
Qué nos causa estrés
Podemos sentir estrés en diferentes escenarios o acontecimientos. Por ejemplo, por el nacimiento de un hijo, por una mudanza o por llegar tarde al trabajo debido al tráfico concentrado en hora punta.
También podemos sentir un estrés más intenso como puede ser al enterarnos de la muerte de un ser querido o vivir una ruptura de pareja.
El primero se trata de un estrés puntual. Se siente estrés en ese momento concreto, pero, después, todo vuelve a la normalidad.
El problema es cuando tenemos un estrés continuado en el tiempo.
Qué tipos de estrés existen
Vivimos con estrés, entre otras cosas, porque no sabemos gestionar los pensamientos negativos que aparecen en nuestra mente debido a diversos motivos: el dinero que no alcanza, el político de turno que no me gusta, el vecino que escucha la música cuando yo quiero dormir, mi marido que no encuentra trabajo…
Cuando estamos en el lalala mental, cuando nuestra mente está en modo automático y hablando sin parar, no estamos en el momento presente y, desde ahí, es imposible gestionar todo el estrés que nos producen esos pensamientos.
Ahí estamos en el imaginario, en cosas que nuestra mente nos dice (y que la mayoría de las veces no son verdad).
Esto nos va generando problemas de salud (problemas digestivos, dolores de cabeza, insomnio, tensión en el cuerpo, taquicardias, problemas cardiovasculares, etc.)
Y, a la larga, nos puede provocar: un ataque al corazón, depresión, ictus, cáncer,… Y hasta nos puede llevar a la muerte.
Por eso es importante ser conscientes cuando estamos llevando un estrés sostenido durante mucho tiempo.
Es el que vivimos en determinadas situaciones cotidianas, el cual suele desaparecer de forma rápida y nos produce mucha adrenalina en el cuerpo.
Por ejemplo, una persona que tiene que exponer un trabajo que le hace mucha ilusión presentar.
Estrés crónico:
Se trata de un estrés continuado en el tiempo. Por ejemplo, la insatisfacción que le puede provocar a una persona permanecer en un trabajo que no le satisface o vivir en una relación de pareja que es insostenible.
Es un estrés que se va acumulando con el tiempo y la persona que lo vive no encuentra vía de escape. (O no la busca).
Este es el tipo de estrés más peligroso que existe.
Muchas personas viven con este tipo de estrés y piensan que vivir así, con esa tensión en su cuerpo y en su mente, es algo normal. Se han acostumbrado a vivir en un estado de alerta constante pero no son conscientes de ello.
Qué puedo hacer para dejar de tener estrés
El estrés no desaparece por arte de magia de un día para otro por hacer un curso de meditación de un fin de semana o por irnos a vivir al Tíbet.
Por mucho que deseemos que desaparezca de nuestras vidas, el estrés es una reacción natural de nuestro cuerpo y, además, es necesario para sobrevivir. Por eso, el primer escalón para reducir el estrés es aceptar que el estrés siempre va a formar parte de nuestras vidas y vamos a tener que convivir con él.
La clave está en: aprender a relacionarnos con el estrés y aprender a reconocer las señales que nos da nuestro organismo (cuerpo, mente, emociones).
El Mindfulness es una técnica muy antigua que nos ayudaa relacionarnos y a convivir con el estrés para conseguir el bienestar físico y mental que deseamos.
Cómo puede el Mindfulness ayudarnos a reducir el estrés
Cuando sucede algo fuera, como es la pérdida de un ser querido o el nacimiento de un hijo, nuestra mente se llena de pensamientos. Esos pensamientos originan emociones, y esas emociones generan, o bien satisfacción, felicidad, etc. O bien nos pueden producir malestar, irritabilidad, tensión corporal, dolores de cabeza, de cuello, etc.
Con lapráctica diaria de Mindfulness podemos darnos cuenta de hacia dónde nos quiere llevar nuestra mente y cómo podemos, desde ese lugar de consciencia, parar.
El Mindfulness nos ayuda a ser conscientes de hacia dónde nos quieren llevar nuestros pensamientos.
De esta manera, SÍ podemos parar.
Parar para escuchar nuestro cuerpo para entender los mensajes que nos está transmitiendo.
Parar para sentir.
Parar para volver al momento presente.
Es como el ratoncito que consigue salir de la ruedita.
Practicando Mindfulness a diario aprendemos a ser más conscientes de esos pensamientos.
A través del Mindfulness, de la conciencia corporal, de la consciencia de lo que pensamos y de la consciencia de lo que sentimos, podemos establecer nuevas relaciones (positivas) con el estrés.
Por ejemplo, la muerte de una persona querida es un punto de estrés muy alto y el Mindfulness puede ayudar a esa persona a darse espacio, a sentir la pena, a llorarla y a buscar la forma de sobrellevar mejor el duelo.
Hay siempre (y siempre habrá) situaciones que nos generan estrés.
Pero con la práctica del Mindfulness podemos gestionar estas situaciones.
El Mindfulness nos ayuda a sentir y vivir el momento presente, y nos permite estar en contacto con lo que nos está sucediendo en el AHORA.
Si quieres conocer cómo el Mindfulness te ayuda a reducir el estrés crónico apúntate a los talleres gratuitos que ofreceré durante el mes de noviembre 2021.
Al inscribirte, recibirás la información de las distintas fechas, horarios y el enlace a Zoom
Descárgate Zoom con anterioridad para asegurarte que funciona correctamente.
Nota importante: Este artículo no pretende sustituir el consejo psicológico/médico sino explicar cómo trabajamos con el estrés y la ansiedad desde la óptica del Mindfulness.
La gratitud es reconocer todo lo positivo que se nos presenta y que no hemos buscado ni pedido de forma activa.
Es aprender a apreciar lo que damos por seguro. En general, solemos dar por seguro la mayoría de las cosas en nuestra vida. Y estos tiempos de pandemia, nos han vuelto a poner en la realidad de que nada es seguro. Ni aquello que así crees.
La gratitud es lo más cercano a la felicidad. Cuando nos sentimos agradecidos o realizamos un acto consciente de agradecimiento, nuestro cuerpo se calma y podemos conseguir sentirnos en paz.
No hay forma de sentir agradecimiento y a la vez estrés o angustia. Te puede pasar que al sentirte angustiado, decidas hacer un práctica de agradecimiento y al rato podrás notar los cambios que eso ha producido en ti, para bien.
Puede que la fuente de tu angustia aún esté allí pero, seguramente, al reconocer otras fuente de agradecimiento, tu sensación cambie.
Cuando somos agradecidos -y practicamos activa y conscientemente la gratitud- podemos hacernos conscientes de todo lo que nos trae el momento presente: estoy aquí, respiro por mis propios medios, mi cuerpo funciona, la vida está en mi… Puede que la vida no sea perfecta pero está aquí.
La gratitud no sólo cambia tu vida, sino que también se extiende más allá de tu esfera íntima. Da lugar a la compasión, la bondad, el perdón y la empatía y, por lo tanto, informa cómo tratamos a los demás y cómo actuamos en el mundo en general.
Kristi Nelson
Condiciones de la gratitud
Reconocimiento de lo bueno de la vida.
De acuerdo al Dr. Emmons, la gratitud es reconocimiento. Te puedes sentir agradecido si primero reconoces un beneficio que te ha sido dado o que tú mismo has obtenido.
Emmons también indica que hay 3 condiciones que se han de dar para que surja la gratitud:
Percibir aquello con lo que has sido beneficiado como un valor
Que la persona pueda reconocer al agente que lo ha beneficiado (Tú mismo, algún pariente, tu vecina, Dios, Diosa, los Santos, El poder universal, las fuerzas vitales, la energía cósmica, la vida, etc. )
Percibir el beneficio como un regalo para nosotros. Lo podrías haber recibido o no, pero sí lo has recibido.
La vida puede que no sea ideal pero, muy probablemente, tendremos cientos o miles de cosas buenas por las cuales sentir agradecimiento.
¿Cómo nos beneficia esta práctica?
Los psicólogos Dr. Robert Emmons, Universidad d California, EE.UU., y el Dr. Martin E. Seligman, de la Universidad de Penssylvania son algunos de lo profesionales que está estudiando la gratitud y su beneficioso impacto sobre la salud física y emocional.
Mejora la salud mental y física:
Ayuda a las personas que atraviesan momentos de ansiedad o depresión, Reduce la tensión arterial y mejora el sistema inmune
Nos ayuda a aceptar los cambios
Nos volvemos más optimistas
Mejoramos nuestras relaciones con otros
Y si esto no fuera suficiente para ti, la gratitud nos hace más felices.
Formas de practicar la gratitud
Con meditación: es un tipo de meditación orientada a agradecer algo, que te fue dado o que conseguiste por lo que te sientas agradecido. Puede ser desde algo que das por seguro, como una ducha matinal tibia como algo más complejo como puede ser, la relación de pareja que tienes actualmente.
Escribe un diario de gratitud: esta práctica le es muy útil a millones de personas. Al cabo del día o al comienzan dedican un momento a agradecer algo de sus días.
Agradecermentalmente a alguien que ha hecho o hace algo por ti.
Escribir una carta de agradecimiento a una persona específica. También puedes escribirte una a ti mismo.
En resumen: Soltar, dejar ir, desapegarse es permitir que tu mente suelte la idea que tiene sobre algo o alguien.
¿Quieres hacer la práctica de soltar? Pincha aquí
Apegarse es aferrarse a algo ya sea una persona, cosa, situaciones, pensamientos, estados de ánimo, recuerdos y un sinfín de cosas más para encontrar la felicidad.
Sentir apego a algo no es per se negativo, el punto viene cuando nos apegamos de tal modo que creamos una necesidad y dependencia de eso, a lo que nos hemos apegado, de modo que no podemos sentirnos en plenitud ni disfrutar de lo que tenemos.
Veremos el desapego y apego desde el punto de vista de la práctica.
No hablaremos del apego necesario que cumple funciones biológicas o psicológicas, como es el apego en la crianza.
¿Qué nos sucede cuando no podemos soltar?
*Te lo contaré con una triste historia sobre cómo atrapan monos, en algún lugar de la India.
Toman un coco de buen tamaño, le hacen un agujero grande y dos pequeños por donde pasarán un alambre o cable para atarlo a un árbol. Dentro colocan una banana.
Cuando el mono se acerca, al ver la banana, mete la mano y coge la banana (te invito a hacer el gesto con tu mano). El agujero por donde ha metido la mano no es lo suficientemente grande para pasar un puño que contenga una banana.
Lo que el mono no sabe, es que si suelta la banana, podrá sacar la mano. (Vuelve a hacer el gesto, ahora soltando tu mano, extendiendo tus dedos)
Pero el mono no quiere soltar la banana por lo que es atrapado…
Cuando soltamos nos liberamos.
¿Te resuena esta historia?
¿Te has encontrado en situaciones en que soltando, te has liberado?
Para soltar o desapegarme, ¿he de renunciar a todo?
Pareciera que cuando hablamos de desapego, el común de la gente piensa que nos iremos a una montaña a vivir a una cueva.
Puede que desee hacerlo pero si en la cueva estoy deseando tener el confort de mi casa, la conexión de internet o maldiciendo la lluvia al caer, entonces, no habré entendido nada de desapego y de soltar.
No se trata sólo de cosas materiales o relaciones, sino las ideas que tenemos en nuestra mente sobre estas cuestiones.
El verdadero desapego está allí, en tu mente. Es acerca de lo que crees de ti mismo y del mundo que te rodea.
A pesar de lo muy inteligentes que podamos ser, nuestra mente tiende apegarse y rechazar. Desapegarnos no significa que no desearás nada, que no harás proyectos o construirás relaciones con otras personas.
Más bien significa que podrás hacer y tener lo que sea que te plantees sin la necesidad de conseguirlas para ser feliz y estar en paz contigo.
Entrenar el desapego durante la práctica
Cuando practicamos mindfulness, en silencio y en quietud (o movimiento) podemos ser observadores de los pensamientos, emociones y sensaciones físicas que surgen y cómo nos relacionamos con eso que nos ocurre.
La tendencia general es que si son agradables, nos queremos quedar enganchados a la sensación que nos produce, nos apegamos.
Mientras que si son dolorosas, desagradables, nos provocan miedo queremos deshacernos de ellas pero no desde un lugar de soltar, de dejar ir, sino desde un lugar de rechazo, de resistencia, de querer conseguir otro resultado. (Un comportamiento por demás normal)
Practicar el desapego o soltar es permitir que tu experiencia sea como es y permitirte observarla momento a momento.
Cuando te descubras con pensamientos que juzguen lo que estás experimentando, primero no te aferres a lo que te cuentan esas ideas, ni quieras rechazarlos, déjalos ser. Y en ese dejarlos ser, te permitirás soltarlos.
Sé que suena más complejo de lo que en realidad es. Sin lugar a dudas, que soltar es algo que se entrena, estamos demasiado habituados a aferrarnos por lo que es un aprendizaje.
Un ejemplo práctico: “Voy a meditar para relajarme”
Te planteas relajarte como objetivo. Al rato de estar meditando, te das cuenta de que tu cabeza no para, tienes algo que resolver y ese problema no para de venir a tu mente. Pero tú quieres relajarte, ese es tu objetivo.
Lo primero: Suelta el objetivo que te has planteado, olvídalo. Y vuelve a comenzar tu práctica. Cuando venga ese problema a resolver, date cuenta que estás pensando en eso, dale la bienvenida a tu pensamiento, no luches para que se vaya y vuelve a llevar tu atención a tu objeto de práctica (este puede ser tu respiración, tu cuerpo, etc.)
Cómo llevar el desapego al resto del día y tu vida
Aunque sin saberlo ya lo estés haciendo
En realidad y sin saberlo, ya estás practicando soltar cuando te vas a dormir. Este es un típico ejemplo de soltar, dejar ir.
Soltamos el control del cuerpo, la mente, las circunstancias y confiamos. Y caemos dormidas.
Cuando no puedes soltar, no puedes dormir. Estás demasiado apegado a pensamientos o emociones que no te permiten relajar el control.
Tu respiración es otro ejemplo de soltar, de dejar ir.
Cada vez que sueltas el aire, dejas espacio para que puedas inspirar nuevamente. Si retienes el aire, porque es alimento, porque se ha entibiado en tu interior y te produce una dulce sensación, ya no tendrás sitio para la próxima inspiración.
Cuando sueltas, liberas y haces espacio para lo nuevo.
La práctica comienza en el minuto 4, son 15 minutos de práctica.
Si te interesa, puedes leer un estudio sobre el desapego y su implicancia en el desarrollo de la sabiduría, la autorrealización y la autotrascendencia y su impacto positivo. Estudio que fuera realizado en la Facultad de Psicología, Universidad de Melbourne, Australia. Es un estudio que los autores decidieron compartirlo de forma gratuita, accede aquí
*Cuento tomado del libro de Jon Kabat-Zinn, Vivir con plenitud las crisis. Ed.Kairos
Aceptar es experimentar tu momento presente tal y como se despliega. Sin auto-engaños, sin la cháchara interna que tiende a confundirnos y a dirigir nuestra mente a donde le es más cómodo y conocido.
Aceptar es otra de las actitudes básicas para la práctica del mindfulness.
La mente clasifica: bueno, malo, indiferente
No es noticia que todos y cada uno vivimos en un continua categorización de nuestras experiencias. Es un hábito de nuestra actividad racional que tiende a ordenar.
Todo lo clasificamos dentro de los parámetros de bueno, malo o indiferente.
Aprender a ver esas etiquetas con las que clasificamos nuestra experiencia y tratar de no querer cambiar lo que nos está sucediendo es aceptación.
Para ello, primero tienes que poder entender cómo funciona tu mente, cómo categoriza, cómo emite juicios (y tú te los crees) y cómo ordena según ciertos criterios. La práctica de mindfulness te ayuda con esto.
Desaprender a no aceptar
Al profundizar en tu práctica, comienzas a darte cuenta cuán fuerte es la tendencia -que todos tenemos- de rechazar y querer eliminar lo que no nos gusta y quedarnos aferrados a lo que es bueno y agradable para nosotros.
Es natural e incluso podrías replicar que esto es normal, que cómo se me ocurre que voy aceptar lo que no me gusta, duele o lastima. Y es que aceptar lo que nos gusta es fácil…
Lo primero que tenemos que hacer es percibir, darnos cuenta que hacemos esta clasificación en el momento que la hacemos.
A continuación reconoce tu momento y todo lo que trae consigo e invítate a percibir lo que ocurre con un corazón abierto, amoroso y sin ánimo de cambiarlo.
Un ejemplo esclarecedor
Al notar que sientes enfado por algo, comienza por reconocer esa sensación.
Percibe qué sensaciones físicas acompañan esa emoción. Puede que tensión, dolor de estómago, rubor, puños apretados…
Reconoce si te estás imponiendo la idea de que no deberías sentirte así, que podrías o deberías sentir otra cosa.
Recuérdate estar receptiva y abierta a tu experiencia, puedes probar de decirte: «Esto ya está aquí, lo que sea que es, me permito sentirlo».
Invertimos grandes cantidades de tiempo y energía no aceptando, negando y resistiendo lo que, muchas veces, es un hecho. Sin darnos cuenta de este mecanismo, lo que conseguimos es crear mayor tensión, rabia, frustración y otra serie de emociones difíciles.
Cuando te familiarizas con este mecanismo y consigues practicar mindfulness con tus pensamientos y emociones, puedes «ver» con más claridad el momento presente y tu vocecita interna indicándote si te apegas o rechazas lo que te está sucediendo.
Cuando practicamos la aceptación, elegimos de manera consciente vivenciar todas las experiencias que surjan y darles la bienvenida, especialmente a aquellas emociones difíciles, sensaciones físicas desagradables pensamientos poco colaborativos.
«El primer paso… es aceptarlo absolutamente todo de nosotros mismos y de nuestras vidas, a base de abrazar con desvelo y con solicitud nuestras vivencias de cada momento.»
Tara Brach, Aceptación Radical
¿Qué No es Aceptar?
Muchas veces se confunde aceptación con resignación, con tolerar situaciones dañinas o difíciles, con tener una actitud pasiva o que algo te tiene que gustar o satisfacer.
Cuando aceptas, no significa que lo que estás sintiendo o viviendo te guste o satisfaga. La aceptación es casi como el acto de perdonar. No perdonas la ofensa en sí, no la olvidas pero haces las paces contigo para poder continuar adelante. Quien más se beneficia del perdón es quien perdona.
Diferenciemos Aceptación de Resignación
Resignarse es cuando te sientes derrotado, cuando te das por vencido y sin capacidad de generar un cambio.
Al resignarnos, renunciamos a nuestro derecho a sentir. Es un estado pasivo y desconectado del centro emocional.
Aceptar es una actitud activa donde, si bien nos damos cuenta de la falta de poder que tenemos sobre ciertos temas, nos abrimos a la posibilidad de reconocer la situación tal cual es, validando así nuestras emociones y buscando posibles acciones.
La aceptación, tal como la estamos mirando, simplemente significa que, tarde o temprano, llegarás a estar dispuesto a ver las cosas como son.
Aceptación y compasión van de la mano
Cuando has conseguido «ver tus pensamientos y etiquetas», sentir el dolor, escuchar lo que te dices, sentir la rabia que te sube desde las tripas, aquí entra en juego la compasión.
La compasión nos ayuda a no multiplicar nuestro sufrimiento por descubrirnos pensando tal o cual cosa, por auto-engañarnos, por hacernos daño.
Nos permite mirarnos con suavidad, con bondad, como miramos a quienes amamos.
Es una actitud que en lo narrativo se queda corta, que se aprende con la práctica y se profundiza en ella. En muchos casos, por cuestiones culturales y/o familiares la compasión está vista como una debilidad.
¿Crees que por quererte, amarte, comprenderte, darte apoyo a ti mismo cuando te sientes frustrado o cuando te has equivocado, eres débil?
Aceptar, una habilidad que nos ayuda a reducir el estrés
En un reciente estudio realizado en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, se puso de manifiesto cómo la aceptación -como práctica acompañada de mindfulness- reduce significativamente el estrés y es un mecanismo crítico para la regulación de las emociones.
Te dejo una preciosa práctica breve para que puedas experimentar, ahora mismo, la posibilidad de aceptar lo que está presente para ti.
Busca un sitio donde tomar asiento o tumbarte, ponte los auriculares y bienvenid@ a la práctica. Serán 8 minutos y medio.
Resumen de esta entrada: El «no esfuerzo» en mindfulness, significa permitirte experimentar tu momento presente, con lo que sea que te trae, sin desear modificar nada y no plantearte una meta u objetivo para tu práctica.
Esfuerzo y recompensa
El Dr. Jon Kabat-Zinn relata en su obra maestra* que cuando los pacientes llegaban a la Clínica de Reducción de Estrés, para sorpresa de los pacientes, el mensaje era que no se esforzaran por hacer ningún progreso hacia sus objetivos.
Si el médico les había recomendado mindfulness ya fuera para bajar su tensión arterial o reducir su dolor o ansiedad, la primera instrucción recibida era que no trataran de hacerlo sino que, simplemente, permanecieran en el momento presente y siguieran las instrucciones de la práctica lo mejor que pudiera cada uno.
Esto, obviamente, dejaba a los pacientes sorprendidos ya que estamos habituados a hacer A para obtener B.
Debido a que vivimos en una cultura que nos refuerza diariamente el valor del progreso, del esfuerzo y del sacrificio, «Esfuérzate y lo conseguirás» «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» «Si te esfuerzas y consigues X, de recompensa obtendrás Y», nos resulta muy extraño plantearnos hacer algo sin querer conseguir un objetivo.
El «no esfuerzo» parece estar en contra de lo que se nos enseña, una verdadera contradicción para conseguir el éxito y bienestar.
Si deseas obtener unas abdominales al estilo Instagram, te deberás esforzar lo suficiente incrementando día a día la cantidad de abs que haces.
Para meditar, sólo tienes que poner tu intención en Ser y aprender a estar aquí y ahora.
Esto nos lleva de vuelta a quiénes somos y a donde estamos, realmente.
En los dominios del mindfulness
Entender el no esfuerzo en mindfulness y cómo practicarlo
Esta actitud se basa más en el Ser que en el Hacer, abriéndonos al momento presente tal como se despliega, haciendo una pausa en nuestra incesante actividad interna y externa:
no buscar que las circunstancias sean diferentes
que nos sintamos distinto a como nos sentimos
ni desear estar en otra parte
Esto no significa de que «nos sintamos felices de que las cosas sean como son o cómo se nos presentan». Es volver a la presencia, a estar presente.
El no esfuerzo en mindfulness es tratar de estar aquí y ahora sin anticipar ningún resultado futuro, ni buscarlo.
Cuando durante la práctica, cientos de pensamientos nos llevan a diferentes sitios, en lugar de querer apartarlos o suprimirlos podemos darnos el espacio para verlos, observarlos. Y volver a lo que estábamos.
Reconócete tal y como eres, ya eres y no necesitas hacer más para ser. Ya puedes dejar atrás los esfuerzos para llegar a ningún lado con la práctica.
El esfuerzo se interpone en el camino del Ser, permítete estar y venir a la práctica tal y como eres. Aparca tus objetivos por un rato y dedícate a Ser.
Tener la habilidad de esperar, de forma calma, mientras nos enfrentamos a la adversidad, a cambios o a frustraciones es una buena definición de ser pacientes.
Al ser pacientes, estamos entendiendo que las cosas tienen un tiempo para desarrollarse y desplegarse, especialmente cuando abordamos algo que no tiene resultados instantáneos.
Date permiso para tomarte el tiempo y el espacio necesarios para las prácticas propuestas, sin esperar resultados especiales y ver qué va sucediendo con tu vivencia.
¿Cómo ser pacientes a la hora de practicar?
Esta actitud es muy importante y nos viene muy bien ya que cuando nos detenemos a practicar, en un principio notaremos -entre otras cosas- cuántos pensamientos tenemos.
En general, tendemos a ser pacientes con las cosas que nos gustan y nos traen alegría. Cuando estamos en momentos de plenitud y nos sentimos bien, la paciencia surge casi espontáneamente.
Ahora bien, como ya habrás leído y experimentado, cuando practicamos surgen un sinfín de pensamientos y emociones.
Algunos de los cuales no son tan agradables y lo habitual es querer borrarlos, no tenerlos, evitarlos, saber que no volverán.
Entender cómo afrontar esos momentos en que no nos gusta lo que estamos experimentando en la meditación es la clave.
Si estando en tu postura de meditación, notas que tu mente se va de paseo y tú te regañas por eso, te dices que lo estás haciendo mal, que esto no es para ti, que no deberías estar sintiendo esto o aquello entonces es un buen momento para darte un poco de paciencia a ti misma.
“No no no, así no se camina… déjalo, esto de caminar no es para ti”
Es probable que no recuerdes cuando tú, de pequeñín, empezaste a caminar pero si tienes peques cercanos tal vez hayas podido ser testigo de cuando empezaron a caminar.
¿Verdad que en ningún momento dijiste, “No no no, así no se camina… déjalo, esto de caminar no es para ti”?
¿Y por qué no lo hiciste, más allá de la compasión y el amor?
Porque aprender a caminar lleva tiempo, te levantas una y cientos de veces hasta que has aprendido bien y te sientes firme y segura en bipedestación.
Pues así haz de hacer en la práctica meditativa.
Cuanto menos paciente seas, más necesitas practicar mindfulness
La práctica de mindfulness es un entrenamiento que lleva tiempo, aunque algunos beneficios los notas enseguida otros tardan más en llegar, y ser pacientes es una buena base para explorar.
Por otra parte, no olvidemos que vivimos en un mundo frenético donde priorizamos las recompensas a corto plazo.
Cuando nos vamos a embarcar en algo que nos llevará cierto tiempo o que nos resulta desafiante, muchas personas dudan de su capacidad de ser pacientes: “Yo no tengo paciencia para eso, nunca he sido paciente, no seré capaz”
Recuerda que eres una persona que cambia, que lo que era verdad ayer tal vez hoy no te funcione.
Cerrarte en banda es NO darte la oportunidad de crecer y desarrollarte.
Ser pacientes: cómo desarrollar tu paciencia
Lo mejor de todo esto es que la paciencia también se entrena como un músculo del cuerpo. Te dejo algunas ideas de la paciencia y la práctica.
Practicar mindfulness sin objetivos ni expectativas.
Actualmente estamos viviendo un momento en que todo es en base a cumplir objetivos, llegar a la meta. Esta actitud , en sí misma, no es mala pero ¿qué sucede cuando todo lo hacemos cumpliendo objetivos?
Aquí podemos diferenciar dos puntos interesantes.
El primero es: ¿los objetivos de quién o quiénes estás deseando cumplir?
Gran parte de nuestra vida está regida por la identificación que sentimos a objetivos que nos han impuesto otros (la religión, quienes fueron nuestros cuidadores, la familia, tu actual empleo, el entorno inmediato, la cultura, la sociedad donde vives, etc.)
El segundo punto está en tus expectativas.
Cuando te sientes impaciente, puede que sea por las expectativas que te pusiste. Te sientes en continua auto-evaluación.
Estás a la espera de un resultado que te está llevando más tiempo del “planeado”.
Aprender a gestionar tus expectativas es una habilidad que te ayudará mucho en este punto, cada entrenamiento tiene fases diferentes y es distinto según las personas.
Respira conscientemente
Observa que no he escrito que respires profundamente…
No se trata de que inhales más oxígeno sino que lo hagas de forma consciente.
Prueba y verás que es muy distinto sentir tu respiración en tu cuerpo a respirar profundamente.
Dato a considerar: ¿sabías que algunos investigadores proclaman que somos una sociedad sobre-respirada? Es decir, que respiramos en exceso. Esto te lo contaré en otra entrada.
Rememora momentos pacientes
Trae a tu memoria momentos en los que supiste ser paciente y obtuviste resultados, seguramente habrás planificado y dedicado mucho tiempo y esfuerzo.
La mayoría de los grandes logros los hemos conseguido en base a ser pacientes, incluso cuando creemos que no somos pacientes.
Juega a preguntarte
Como en un juego, pregúntate si ser impaciente te soluciona o cambia la situación en la que te encuentras.